A lo largo de la historia, los términos con los que las compañías se refieren a los trabajadores han cambiado, reflejando cualitativamente el valor que les atribuyen: fuerza de trabajo, recursos humanos, capital humano, talento, etc. Esta evolución denota una transición progresiva hacia una visión mucho más humana y holística de los colaboradores.
Durante la mayor parte del siglo pasado, el diseño de oficinas y entornos de trabajo respondió a una lógica que veía a los empleados como recursos de los cuales había que obtener máximo provecho posible, sin tomar en cuenta las dimensiones emocionales, sociales e incluso espirituales del ser. Hoy en día, el workplace o lugar de trabajo está comenzando a diseñarse para personas de carne y hueso, con aspiraciones, convicciones, valores e intereses que van más allá del beneficio económico. Y todos estos aspectos se están poniendo al servicio no solo de la empresa, también del desarrollo humano.
Paradójicamente, este cambio inició en la década de los noventa, en el pico de la obsesión por la productividad y la eficiencia, y en pleno auge de fenómenos cada vez más extendidos como el burnout. Sin embargo, al mismo tiempo, las Naciones Unidas comenzaban a declarar Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) universales e índices internacionales de desarrollo que por primera vez homologaban la productividad y la prosperidad con la salud, la educación y la felicidad.
Hoy sabemos que el trabajo es mucho más que una manera de obtener ingresos: el workplace es un escenario que puede influir positiva o negativamente en el desarrollo humano, el bienestar individual, la cultura, la innovación y el medio ambiente, y el diseño inteligente puede ser un poderoso catalizador hacia un futuro mejor para todos. ¿Tu empresa ya se sumó a esta tendencia?
¿Dónde confluyen desarrollo humano y diseño de workplace?
Estudios recientes han demostrado que la calidad del workplace como entorno físico influye significativamente en la motivación, creatividad, compromiso y desempeño de los colaboradores, pues moldea comportamientos, relaciones interpersonales y oportunidades de crecimiento profesional.
Un estudio sobre la relación entre el entorno laboral y el rendimiento de los empleados encontró que por cada mejora en la calidad del workplace, hay un aumento proporcional en el desempeño individual. Específicamente, se observó que una mejora en el ambiente de trabajo se traduce en un incremento del 55% en la productividad de los empleados.
Además, el mismo estudio reveló que un entorno laboral positivo fomenta el compromiso organizacional y la capacidad de los empleados para esforzarse y alcanzar nuevas metas.
Estos hallazgos confirman lo que muchas empresas innovadoras han comprendido en los últimos años: un diseño de oficinas centrado en el bienestar humano no solo mejora la calidad de vida de los empleados, también impacta directamente en la eficiencia operativa, la retención de talento y la capacidad de innovación. Las empresas que han priorizado el diseño centrado en las personas también han observado reducciones significativas en el ausentismo laboral, mejoras en la satisfacción del equipo y un aumento en la lealtad organizacional.
El workplace influye en el desarrollo humano a través de dos dimensiones clave:
Dimensión física: la ergonomía, la iluminación, la ventilación, la acústica y la disposición de los espacios afectan la comodidad, concentración y salud de los colaboradores. Espacios bien diseñados pueden reducir la fatiga, aumentar la energía y fomentar la interacción espontánea entre colegas, estimulando la creatividad y la colaboración.
Dimensión conductual: El diseño del workplace también influye en la forma en que las personas interactúan entre sí y con la empresa. Los espacios abiertos pueden facilitar la colaboración, mientras que las áreas privadas son esenciales para la concentración y la reflexión individual. Del mismo modo, zonas de descanso bien diseñadas pueden fomentar el networking y la generación de ideas.
Si el diseño del workplace tiene el poder de transformar la manera en que trabajamos y nos relacionamos, entonces su potencial para impactar positivamente el desarrollo humano es innegable. Invertir en entornos laborales que fomenten el crecimiento personal en todas sus dimensiones no solo es una estrategia empresarial inteligente, también es un mensaje concreto de humanismo, resiliencia y sostenibilidad.
¿Cómo diseñar un workplace con enfoque en el desarrollo humano?
Diseñar oficinas para el desarrollo humano significa transformar los espacios en herramientas estratégicas para el crecimiento individual y organizacional.
El diseño de un entorno de trabajo centrado en el desarrollo humano no puede basarse solamente en maximizar la productividad; debe potenciar el bienestar, la motivación y el sentido de propósito de los colaboradores, con el objetivo de que persigan y alcancen metas que, simultáneamente, generan alta satisfacción personal y promueven la evolución de la organización. La Teoría de la
Autodeterminación establece que las personas están naturalmente motivadas para crecer cuando se satisfacen tres necesidades psicológicas fundamentales: autonomía, competencia (entendida como la capacidad de lograr lo que nos proponemos) y conexión social. Además, de acuerdo con los principios del humanismo, el sentido de un propósito más allá de la mera supervivencia es fundamental para que las personas se vuelvan curiosas y se comprometan con una causa.
Aplicado al workplace, esto significa que los espacios deben:
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Brindar a los empleados la capacidad de elegir cómo, cuándo y en qué espacio del workplace trabajar.
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Asegurar que los colaboradores cuenten con herramientas y entornos adecuados para desarrollar sus habilidades.
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Promover una socialización enriquecedora, fortaleciendo la cultura organizacional y las relaciones interpersonales.
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Visibilizar propósitos de la empresa o metas colectivas que resuenen con los valores y las vivencias de los colaboradores.
Un buen diseño de workplace promueve estos cuatro aspectos y genera una sinergia que logra que el conjunto sea mayor a la suma de sus partes. Las estrategias particulares que siguen los diseñadores para lograrlo dependen mucho de la cultura organizacional, la disponibilidad del espacio y las necesidades concretas del equipo de trabajo, pero suelen incluir algunas de las siguientes:
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Instalaciones que faciliten el equilibrio entre la vida personal y profesional, como zonas de descanso, áreas de esparcimiento, gimnasios y áreas verdes.
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Enfoque en el respeto a la diversidad y la equidad de género en la distribución de áreas y diseño de accesos.
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Uso de mobiliario ergonómico, estaciones de trabajo ajustables y conectividad eficiente.
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Diseño explícitamente alineado con principios de sustentabilidad.
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Áreas de encuentro espontáneo, espacios de co-creación y ambientes que inviten a la socialización.
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Espacios flexibles que permitan decorar, personalizar o adaptar ciertos elementos de acuerdo con la expresión individual.
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Elementos que visibilicen y promuevan la innovación con impacto social.
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Diseñar oficinas con un enfoque en el desarrollo humano es mucho más que distribuir mobiliario de manera eficiente: implica comprender cómo el entorno impacta el bienestar, la motivación y el sentido de propósito de los colaboradores.
Por eso, en Page combinamos arquitectura, ingeniería y diseño centrado en las personas en cada proyecto de workplace, asegurando que los espacios sean funcionales, estéticos y, sobre todo, potenciadores del talento y la cultura organizacional.
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